TENGO SED
Mi garganta es un desierto de cuarenta mediodías.
Una herida de luciérnagas
el paladar huérfano de vinagres y hieles.
El Mar de Galilea,
una sombra calcinante,
No queda ni un segundo
de la hora de Caná.
Y los demonios
me niegan el consuelo
de la última tentación.