Las montañas hablan por sí solas. Su salvajismo y belleza van de la mano, ocupamos de su toque y de su salvajismo porque apaciguan el ego del humano ya que al llegar a su cumbre sabemos lo insignificante que somos en medio de miles y miles de terrenos que aún no han sido explorados. Las montañas hablan, pero también guardan su secreto desde las entrañas.