Dice la contralora Marta Acosta, que el proyecto de empleo público debe aprobarse tal cual ha sido presentado, ya que de otra forma se “preservarían las desigualdades”. Y al decir esto, Acosta incluye a las empresas públicas “en competencia”, de forma que, aunque éstas deban “competir” -por ejemplo: el ICE frente a Claro y Movistar-, les estará prohibido “competir” en materia salarial. O sea: “iguales” al resto del sector público, pero desiguales ante las empresas de la competencia ¿Podría haber mayor disparate?Ahora, que si de verdad preocupa la “desigualdad”, la cuestión puede corregirse de forma mucho menos esperpéntica. Basta establecer regulaciones razonables que establezcan un límite máximo a los salarios. Pero no. Eso no basta. Lo cual demuestra que, en realidad, a Acosta no le interesa la “desigualdad”, y que sus desatinos van por otro lado.Habla Acosta de un “régimen único”, el cual -faltaba más- ha de ser “moderno”.Parece que ella -cosa usual hoy en Costa Rica- confunde lo moderno con lo estandarizado y homogéneo; con lo simplista y esquemático. Lo cual aterriza en lo irracional que, como bien sabe la gente ilustrada, es la negación de la modernidad. Porque irracional es un régimen laboral uniforme y monocolor, para un sector público multiforme y complejo.Hay una palabra que sí designa correctamente este tipo ideas: dogmatismo. De ahí su rigidez, su simplismo e intransigencia. Inevitablemente dañino, como todo dogmatismo.

