En esta escuela situada en los llanos de Yimba Cajc (hoy platanares), hice mis primeras letras y números. Bajo su piso degustaba una portavianda repleta de comida, porque no existía comedor y yo viajaba 15 km en ir y venir desde Puerto Nuevo. A inicios de mi segundo grado, el maestro Miguel Vásquez, me tiró el borrador en el pupitre para que pusiera atención, y tuve la osadía de regresarle el borrador en la espalda. “Chino” Polonio el director (qdDg), cumplió a rajatabla las reglas de entonces y me expulsó una semana, pero nunca más regresé. Mis padres optaron por matricularme en la Escuela de Boruca.