Tenemos al oeste, donde el sol se pone, una gran extensión de llanura, que invita a ver más allá .
Tan allá, como que después del azul de las montañas de Atenas a la derecha y de Turrubares a la izquierda , justo en la depresión por la que corren las aguas del Grande de Tárcoles, que reúne a las del Virilla y las del Grande de San Ramón, se ve como un espejo luminoso el mar.
Para recuperar este regalo natural, comprometido por las arboledas, y poder disfrutar de los atardeceres de ópalo y rosa, hemos construido un mirador.
Hoy lo concluimos y quitando algunas ramas estorbosas, cuchillo en mano, me sorprendió Andrea.