A pesar de la derrota de Trump en las pasadas elecciones, la iniciativa política ha estado en sus manos.
La toma del Capitolio (muy lejos de una insurrección, incluso reaccionaria o conservadora) a pesar de su parafernalia ridícula es una muestra principalmente simbólica de la audacia contrarrevolucionaria trumpista.
Más preocupante que esta toma es que millones de estadounidenses, incluso de estratos populares, parecen desde hace mucho tiempo estar incorporando el discurso trumpista.
La contrarrevolución trumpista es económica, social, cultural y política. Se encamina a implantar un capitalismo más salvaje en el marco del Covid. Es obviamente una contrarrevolución antiderechos negros, migrantes, mujeres, etc.
No es un fenómeno exclusivamente estadounidense, es internacional. En muchos países hay un trumpismo fuerte y en pleno desarrollo, incluyendo a Costa Rica.
El Partido Demócrata viene aplicando una línea de transición pacífica e institucional que ha resultado insuficiente para defender los resultados electorales.
Habrá que ver si ante la contrarrevolución trumpista aparecen fuerzas que con métodos de movilización y de democracia radical logran detener dicha contrarrevolución. Son momentos definitivamente muy críticos.