De niño soñaba con ser como los celajes. Entonces sentía un arroyito susurrando en mi pecho. Y cada tarde me encaramaba en el enorne higuerón y me adormecía el bamboleo de la rama predilecta mirando hacia el Oeste. Faltarían aún muchos años para que conociera el mar, pero me lo imaginaba idéntico a los celajes que yo amaba. Una tarde, cómo esta de hoy, también sentí una ternura de alegría que me daba pasitos por el vientre: poquito después descubrí que me urgía escribir eso sentimientos y me nació la Poesía. Ella es semejante a los celajes, y en un corazón como el mío se hacen recuerdo repujado en la piel. Es como bordarse la existencia con ramitos de Juanilama, o rozarse las mejillas con chilillitos de romero proveniente de extrañadas manos. Revolcarse contra los arbustos de menta de la Abuela y echarse puchitos de yerbabuena en las bolsitas del pantalón. Hace casi un año vengo triste…muy triste pero sin tristeza, como una tarde huérfana de celajes.
