Por esas casualidades de la vida tuve la suerte de escuchar en varias ocasiones su verbo encendido y claro.
Y por esas cosas de la vida, a lo largo de los tiempos, pude constatar y agradecer sus logros.
Porque Eusebio Leal Spengler siendo cubano de cepa, y habiéndose echado al hombro la tarea, que parecía imposible, de rescatar del abandono a La Habana vieja. Ese portento de ciudad que , sin haber concluido todo lo que necesita, hoy luce radiante y hermosa como la que más, gracias a los desvelos y prédicas de quien ha sido su novio histórico principal.
Incansablemente, con mandarria y pala, con cuchara de albañil y con pincel, sin desmayo, la ciudad ha recuperado su perdido encanto.
Miles de pares de manos lo han hecho posible, carpinteros, arquitectos, restauradores, ingenieros, albañiles, pintores, decoradores, con el aporte de muchos interesados que hay por el mundo, y a la cabeza de todos, la mirada fresca y clara , la mano siempre útil de Eusebio Leal, orientando y convenciendo.
Al primero que sumó a sus filas fue a Fidel, que se convirtió en apoyo imprescindible y en escudo defensor contra las miras cortas y los sectarismos.
Hoy el pueblo habanero y de Cuba toda, desfila ante sus cenizas, con emoción y gratitud.
He querido sumarme al homenaje. Porque la obra de Eusebio Leal en mucho trasciende su Habana y su Cuba, tiene dimensiones latinoamericanas, y aún planetarias.
Para todos aquellos que valoramos lo viejo, lo que es memoria y nos acerca al pasado, no para atrincherarnos en el, sino para al rescatarlo y entenderlo, proponernos superarlo, la sabia prédica y la labor de Eusebio Leal son referentes sin igual.